Las F's de la vida… ahora
Autor: Lic. Raúl Alvarado Herroz / Presidente de AD Consulting
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Realizado: Mayo, 2020
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Como todo el mundo, o casi todo el mundo, me encuentro aislado hace unas 8 semanas, sufriendo/gozando este aislamiento. Encuentro que, lo que para muchos ha sido como un castigo por las limitaciones y prohibiciones que implica, para otros, yo entre estos últimos, ha sido y sigue siendo, una oportunidad de descubrir muchas cosas, que tomadas con espíritu positivo y buen ánimo, se han ido convirtiendo en importantes aprendizajes y experiencias buenas, que agradezco la oportunidad de poderlas vivir ahora, ya en el otoño de mi vida
No puedo omitir o minimizar la parte trágica, dramática, que está teniendo esta situación que vivimos, y más aún, imposible ignorar los muchos y tremendos efectos negativos que traerá esta pandemia y su crisis consecuente, para todo el mundo. Para México muy particularmente, veo una crisis desastrosa, nunca vista antes, que, desgraciadamente, toma al país en uno de los momentos más críticos que ha vivido en los últimos cien años. Tal vez sólo la salida y terminación de la Revolución Mexicana, tan sangrienta y violenta, haya dejado una situación social, económica y política tan delicada como la que veo ahora en el futuro de mi país.
Sin embargo, más interesante que decidir, por comparación, si esta es o no la peor crisis vivida en México, dediquemos unos momentos a reflexionar sobre varias ideas que querría compartir con mi familia, con mis amigos, mis compañeros profesionales de varios consejos empresariales y con todos aquellos que amablemente quieran dedicarle un poco de tiempo para leerlas.
La realidad que se nos viene encima.
La realidad no perdona a nadie, puede tratarnos de manera diferente, según las circunstancias, según nuestra capacidad para enfrentarla, pero todos la tenemos que vivir donde nos toca, eso es inevitable.
Hoy, esa realidad, nos encuentra con una sociedad dividida y cada día se le echa más combustible a esa división, que proviene, nada menos, que de quien encabeza la nación.
Tenemos una economía muy debilitada como efecto de varios hechos. Varios años de casi nulo crecimiento económico (2 a 3%), muy bajo desarrollo social, enormes distancias sociales y culturales entre las clases menos favorecidas y los más acaudalados del país, que por cierto también lo son, paradójicamente, del mundo. Un nivel cultural en regresión, producto de un sistema educativo que, en vez de avanzar, retrocede por la pésima calidad de un profesorado más interesado en heredar sus plazas y trabajar lo menos posible, que en mejorar la calidad de su enseñanza a un mundo de niños y jóvenes ávidos de saber más. Sector en el que no hay ninguna exigencia de mejora académica, que opera con unas instalaciones escolares paupérrimas, con serias limitaciones del equipamiento necesario para la enseñanza moderna (digital), y esto nos va dejando, cada día más, con una desventaja mayor contra aquellos países, también pobres, pero que sí se han modernizado o están en el proceso de hacerlo. Esos países son, aquellos contra los que mañana nuestros niños y jóvenes de ahora tendrán que competir, en todos los foros: tecnológico, productivo, sociológico, literario, económico, empresarial, político, etc. No puedo estimar la dimensión de este problema y sus efectos de largo plazo, pero sí estoy seguro que, aún el cálculo más optimista, a nadie dejaría tranquilo. Tal vez sólo aquellos que se han encargado de "destruir todo lo que habíamos logrado construir", estarán contentos al final.
También padecemos una enorme pobreza en los renglones de infraestructura para los servicios que todo país requiere para su correcto desarrollo, carreteras sobre saturadas, vías pobres de comunicación, insuficiente conexión digital, cero transportes ferroviarios al modo de los países europeos, aeropuertos rebasados y antiguos, con el de la CDMX a la cabeza de los peores. Ni hablar del manejo de la energía en México, estoy seguro de que en eso sí ganamos el primer lugar mundial de la ineficiencia, ceguera tecnológica y sordera total para poder avanzar. Se están tomando decisiones en este sector que habrían sido buenas en 1976, pero no ahora.
Tal vez no como el problema más importante, pero sí el que más daño económico y atraso ha producido en el país, está la incontenible corrupción de que hemos sido y seguimos siendo víctimas, desde hace decenas de años.
Y termino el listado de adversidades con problemas que, a mi juicio, lesionan de peor manera al país y cuestionan severamente nuestro futuro. El tráfico y consumo de drogas, fatalmente asociado a la violencia extrema que vivimos, son problemas de dimensiones incalculables. No hay manera confiable de calcular el tamaño de estos problemas, pero sí sabemos que han ido invadiendo prácticamente todas las esferas y niveles de nuestra sociedad, y parece que ahora están ambos claramente amparados o permitidos por un gobierno, lo cual los convierte en el fantasma mayor de los muchos que nos acechan.
En el lado del activo, México cuenta con unas enormes fortalezas como lo son la alegría y optimismo de toda la gente, el ánimo para salir adelante de todas las tragedias que nos afectan sistemáticamente cada año (inundaciones que arrasan poblados completos, incendios forestales que han ido acabando con nuestro bosques y reservas forestales, temblores que destruyen poblaciones especialmente pobres). También cuentan de manera importante nuestros todavía valiosos recursos naturales, mal aprovechados pero presentes y disponibles todavía. Creo recordar (pero no estoy totalmente seguro) que en la introducción de un magnífico libro de Gabriel Zaid, "El Progreso Improductivo", nos presenta una frase muy fuerte, muy inteligente y también un poco triste: "México es un país rico pero no es un país próspero".
Tenemos muchas riquezas. Un enorme atributo de nuestro país es, sin duda, la capacidad de ser solidarios y de unirnos ante la tragedia, lo cual ha quedado plena y nuevamente demostrado con esta pandemia del 2020, que ha logrado que brigadas enteras de jóvenes y adultos estén viendo por cómo acercar recursos y apoyos a la comunidad afectada por esta pandemia, desde la fabricación doméstica de tapabocas y mascarillas de plástico hasta la fabricación en serie de batas y botas de telas especiales, principalmente para los centros de salud, hospitales y clínicas donde se están atendiendo los contagiados.
Bien, pasando al contenido principal que deseo abordar en este trabajo, me referiré ahora al confinamiento que estamos viviendo y quiero, aprovechando literalmente, robándome la idea de un interesante planteamiento hecho por el Dr. José Villela en una conferencia que impartió a la comunidad del Tec. de Monterrey, pero que pudo ser vista a través de Youtube por cientos de miles de personas, como fue mi caso. Admiro profundamente al Dr. Villela, médico siquiatra, de 33 años, a quien hace 10 años, estando detenido en una lateral del Anillo Periférico de la ciudad de México y a quien desde el segundo piso del mismo periférico le cayó encima un enorme camión de basura de la ciudad. Como resultado del accidente quedó gravemente lesionado y paralizado habiendo tenido que pasar casi un año en hospitales para alcanzar la máxima recuperación posible de un caso como este. Gracias a Dios, y a un equipo prodigioso de médicos, el Dr. Villela conservó la vida, misma que en algunos momentos no estaba seguro de querer seguir viviéndola por el panorama de enormes limitaciones físicas (solo físicas) que veía en su futuro, y que ahora, a 10 años de distancia, habiendo concluido su temporalmente truncada carrera de médico, su ánimo y voluntad de acero, le permitieron terminarla y estar ahora especializado como siquiatra. Esto le permite dedicar una muy importante parte de su tiempo y actividad profesional a ayudar a los demás, y esta fue, precisamente, la razón de que impartiera la conferencia del Tec. de Monterrey, con la intención de ayudar con su testimonio, experiencia y visión de la vida, a todos aquellos que estando angustiados, temerosos, con gran incertidumbre ante el momento actual y un futuro casi impredecible, no sabemos bien a bien cómo actuar o qué hacer para no solo "sufrir" el confinamiento, sino encontrar en él una buena oportunidad de crecer y cambiar aquellas actitudes negativas que no ayudan nada y se nos vuelven un peso enrome a cargar, en adición al que ya representa la misma situación.
No hay nada peor ante una situación negativa, que sumarle nuestro pesimismo, temor y angustia, eso paraliza o nos hace retroceder, nunca nos ayudará a crecer. Y como esa nueva actitud, a la que alude el Dr. Villela en su exposición, la fundamentó perfectamente en cuatro pilares que llamó las "4 F's", procedo, como dije antes, robándome su idea y permitiéndome inclusive ampliarla, presentarles mi visión de la actitud y ánimo que deberíamos adoptar ante esta situación que tanto nos agobia, y que desde luego, no es solo el aislamiento derivado de la pandemia, ni la muerte de tanta gente como hemos visto, ni tampoco el temor a vernos contagiados y amenazados de perder la vida en completa soledad de nuestros seres queridos, sino que se le suman los efectos que viviremos post-epidemia, que hoy nadie puede calcular con una precisión aproximada, pero que todos sabemos que serán de muy largo plazo, de gran impacto en nuestra forma de vivir e interactuar con nuestros seres queridos y cercanos, de enorme impacto en nuestra forma de comunicarnos, de trabajar, de viajar, de pasear, en fin, que parece que todo cambiará y yo espero que muchas cosas para bien y otras no tanto, pero con un ánimo muy positivo y proactivo, como dice el Dr. Villela, procedo a proponer este esquema de actitudes y ánimos que podríamos perfectamente poner como producto de nuestra inteligencia y voluntad, es algo que no depende de la crisis o de los demás, depende solamente de nosotros. En nuestras metes nadie más manda, solo nosotros.
Las F's de la vida
Fe. La primera F mencionada por el Dr. Villela.
Es precisamente en los momentos más importantes de la vida del hombre que nuestras mentes viajan a Dios, buscan a Dios (con plena libertad y respeto a la creencia de cada uno) en busca de una idea, consejo, consuelo, solución, rescate de algo perdido (salud, trabajo, dinero, familia, fama, etc.). Es decir que, lo natural, casi instintivo en el ser humano, ante las grandes cosas o eventos que lo amenazan y a los que el hombre no les puede dar una explicación ni solución terrenal es acudir a Dios en busca de ese apoyo. Hoy estamos precisamente en muchas de las circunstancias mencionadas arriba; todo parece un poco nublado, triste, amenazador, y nuestro ánimo se deprime y entristece dándole a esa tristeza entrada a nuestro corazón a sabiendas de que es "aliada del enemigo". La tristeza nos disminuye, nos achica, nos debilita, nos atemoriza y hace que perdamos energía para la lucha y con ello poder mantener una posición valiente y decidida, aun cuando el panorama sea altamente incierto.
La Fe es la gran palanca de todas las virtudes, es la gran fuerza que mueve montañas y solo cuando tenemos una fe fuerte, franca, manifiesta, informada, es cuando podemos enfrentar lo que venga, por duro o difícil que sea. El más grande dolor, la pena mayor, pierden dimensión e intensidad cuando les ponemos enfrente nuestra Fe. Para los católicos, el poder hablar con Dios, en ese diálogo bidireccional, que menciona también Villela, en el que hablamos y escuchamos, es el mejor bálsamo para nuestros miedos y angustias, es el consuelo que nos hace levantar una y otra vez ante las adversidades. En una época como esta debemos dedicar un cierto tiempo a fortalecer nuestra Fe, que aquello en lo que creemos como un poder y ser Superior, sea el ancla con la que podamos resistir el vendaval, que es lo que le ocurre a la embarcación que, sin ancla en la tormenta, acabaría en cualquier lugar que la fuerza de la naturaleza determine, incluido el fondo del mar. Independientemente del consuelo que nos puede dar el sentirnos acompañados por nuestro creador, ello también nos permitirá dar un ejemplo positivo y compartir ese consuelo con y a quienes nos rodean, y que vean que es mediante la fuerza que nos da la Fe que podemos ver la tormenta como algo que habrá que dejar llegar y, en su momento, decidir las acciones que consideremos más adecuadas.
Cuando hablamos de la Fe, no podemos dejar de lado la Oración, modo perfecto de acercarnos y tener presencia de Dios a lo largo de nuestra vida. Este momento debe movernos a la oración, dedicarle a Dios unos minutos al día para decirle todo lo que nos preocupa, todo lo que le pedimos y también todo lo que le ofrecemos. A Dios le gusta más darnos que pedirnos. Da mucho y pide poco. No podremos, en aras de los miedos que nos da la situación, dejarlo de lado o guardado en un cajón.
La Fe nos ilumina y abre el camino, especialmente cuando es sinuoso y obscuro, aprovechemos esta enorme fuerza para crecer en nuestra espiritualidad.
Familia. La segunda F mencionada por el Dr. Villela.
Difícil añadir algo de valor a lo que nos dijo en su conferencia. Entre las oportunidades positivas del aislamiento, está sin duda que "hemos vuelto a ser familia". Lo digo con mucho respeto y considerando que cada uno tendrá su propia sensación, pero no dudaría en afirmar que, para muchos de nosotros, este ha sido un nuevo encuentro de familia. Por lo menos en mi caso, el poder desayunar, comer y cenar todos los días con mi esposa, lo cual por mi vida de trabajo en la CDMX me resulta imposible, me ha hecho disfrutar momentos únicos de charla, de convivencia, de conocernos más cada día, con nuestras virtudes y defectos, lo hemos pasado muy bien y, además, hemos tenido oportunidad de compartir también nuestros miedos y sensación de impotencia ante lo que vendrá, animándonos el uno al otro en cada caída. No hemos podido estar físicamente con nuestros hijos, a quienes quisiéramos con toda el alma poder abrazar y besar, pero ya tenemos organizadas sesiones semanales, además de los comentarios a través del celular, el Whats app, el correo y toda la parafernalia de bienes que ahora tenemos para comunicarnos vía remota, en las que compartimos con hijos y nietos muchos momentos de inmensa felicidad y alegría. Se cuentan anécdotas, chistes, ideas, historias, mentiras, de todo y con todos al mismo tiempo; hemos tenido que organizar muy bien los turnos para hablar, porque somos tantos que, de lo contrario, se haría un caos sin control posible.
¡Qué bendición tan grande que, aunque en algunos casos, sea en la lejanía física, ahí está la familia (con gran cercanía espiritual), nuestra familia! Este cimiento de tanto valor en nuestra existencia nos apoya para poder tener esa actitud de fuerza y decisión ante la adversidad. Qué bien se siente la compañía de los hijos, aunque sea mediante Internet. Hay que dar gracias que contamos con cosas tan valiosas que, así usadas, nos añaden tanto valor, gusto y felicidad.
Hagamos de esta experiencia forzada y afortunada, un método de vida hacia adelante para que nunca perdamos la sensibilidad y tengamos en orden las cosas valiosas que nos rodean.
Fortaleza. La tercera F mencionada por el Dr. Villela.
A esta virtud la asociamos con nuestra capacidad de resistir y acometer ante la adversidad. Sin menospreciar los aspectos positivos que acabará produciendo esta pandemia, no podemos negar todos los negativos que vendrán con ella. Preveo una enorme cantidad (millones) de gente desempleada, que buscará de cualquier manera poder satisfacer sus necesidades fisiológicas a como de lugar, comer, dormir, tener un techo, vestir… temo que, de no encontrar válvulas de escape que reduzcan la presión de este problema, traerá una mayor inestabilidad y desigualdad social y económica, le echaríamos más leña a la hoguera. Como no se ven en el futuro cercano, soluciones que el gobierno, principal promotor del bien común, esté adoptando o al menos pensando, la gravedad de esta amenaza demandará de nosotros una gran capacidad de resistir, de aguantar con equilibrio y prudencia, ahora le llamamos resiliencia, y que nos de el valor para también acometer con acciones, que estando a nuestro alcance, puedan aliviar la presión que irá creciendo en forma de mayor violencia, inseguridad, desempleo, etc.
Con una actitud resiliente tendremos capacidad de sobreponernos a momentos críticos y adaptarnos a una nueva realidad, como lo ha hecho el ser humano siempre. En las guerras, en las tragedias naturales, en los ataques terroristas, siempre el ser humano ha sabido encontrar una salida inteligente, ha aprendido de la experiencia pasada y ha construido un nuevo camino. Ahora estamos precisamente en esa situación que, después de una tragedia, nos obliga a pensar en la manera o maneras como vamos a enfrentar el futuro.
Perder lo que se tenía (a menos que sea una enfermedad), casi siempre es doloroso o al menos preocupante, nos entristece, especialmente porque se trata de un cambio a los planes que teníamos para una idea o proyecto determinado. Las situaciones como esta pandemia deben cambiar las cosas, las costumbres, pero no a las personas, nosotros no debemos cambiar, no en nuestra parte esencial, en aquello en lo que somos verdaderamente. La conjunción de creencias, valores y virtudes que rigen nuestras vidas, seguirán siendo las mismas, deberían seguir siendo las mismas.
No queremos ser ahora personas menos honestas, menos alegres, menos prudentes, menos trabajadoras… Queremos lo contrario, seguir nuestras guías fundamentales de vida; pero es cierto que debemos adaptarnos a esa nueva realidad, y ahí sí tendremos que efectuar algunos cambios de actitud ante el entorno que nos rodea. De todo dolor o pena que nos ocurre, tenemos que buscar el bien que producirá, porque, aunque en el momento que sucede esa pena o dolor, no tenemos suficiente claridad ni resignación para pensar más positivamente, pasado un poquito de tiempo nos viene un aliento de paz, serenidad, calma, para interpretar esa pena y sus efectos con otra dimensión, por trágicos que sean.
En todo este proceso, la virtud que mejor nos acompaña es la Fortaleza y habrá que echar mano de ella en los próximos meses para entender, aceptar y lidiar con todas las nuevas circunstancias que vamos a enfrentar, muchas negativas y desagradables (desempleo rampante con la consiguiente violencia como efecto natural del hambre, inseguridad descontrolada, tal y como la hemos tenido los últimos años, y tal vez creciente, oferta muy limitada de algunos productos, un ánimo muy bajo de la gente que nos rodea, nuevas reglas de conducción en lugares y espectáculos públicos, muy complicadas condiciones para poder viajar, tanto por el costo como por la disponibilidad de lugares, etc. Pero a cambio, tendremos los efectos positivos, nuestro ánimo fortalecido por esta adversidad, mayor solidaridad con nuestros semejantes más necesitados, la cual ha surgido de manera espontánea por parte de la sociedad civil que está dando muestras de una inteligencia y voluntad extraordinarias, de una capacidad de unir fuerzas (basta ver las propuestas del Consejo Coordinador Empresarial), para alcanzar fines comunes que nos lleven a una sociedad más justa, mas igualitaria, en la que todos tengan la posibilidad de satisfacer con dignidad sus necesidades vitales.
Futuro. La cuarta "F" que mencionó el Dr. Villela.
Todos tenemos ideas de cómo salir de esta situación, pero de momento pesan y son mucho más las dudas y la incertidumbre que nos sobrecoge, nos nublan el entendimiento y todo esto hace que al ver de frente no podamos encontrar el camino ni las respuestas a las preguntas que todos nos hacemos, ¿cómo vamos a empezar a salir?, ¿cómo va a ser nuestro trabajo mañana?, ¿vamos a volver abrazarnos y besarnos con nuestro seres más queridos?, etc., etc., etc.
Sabemos que "no puede llover todo el tiempo." Todo esto pasará y un día no muy lejano lo veremos sólo como un mal recuerdo por la parte negativa que tuvo, y seguramente lo veremos también como un gran aprendizaje que nos dejó muchas cosas positiva, pero depende de nosotros la actitud que tomemos para voltear hacia atrás y para ver hacia adelante.
Finalmente, yo querría añadir al esquema de los cuatro pilares del Dr. Villela, la adición de una quinta "F":
Felicidad. Todo este trastorno se ha metido en medio, entre nosotros y los planes que teníamos hacia adelante y eso es muy desagradable porque, además de la sorpresa enorme de tener que cambiar de planes y aceptar unos nuevos, que nosotros no construimos, nos produce miedo, ansiedad, angustia e inclusive coraje. Pero todas estas sensaciones quedan minimizadas cuando pensamos en los cimientos y las bases de nuestra felicidad, que si la teníamos cifrada en base a la posesión de bienes materiales, todo este colapso nos destruirá en nuestro pobre concepto de felicidad pero, en cambio, si nuestra felicidad la tenemos con cimientos sólidos del bien ser, esa idea que nos lleva "no a tener más sino a ser mejores", es entonces, y solo entonces, que veremos con mucha mayor tranquilidad y serenidad la posibilidad de un futuro feliz, aún en medio de este vendaval que nos amenaza.